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Hace veinte y cinco años que Juan Ignacio almuerza todos los días en el bar de la esquina de Alem y av. Corrientes; tiene un ritual que consiste en bajar de la empresa de seguros donde se desempeña como contador y pedir el menú del día con un vaso de cerveza. Ángel, el mozo lo conoce de memoria y suelen conversar un poco sobre fútbol. El primero de independiente el otro de Boca Juniors y si el día a merita alguna cuestión política la charla se puede extender un poco más.

El lunes como es habitual Juanchi cruzó Alem a las 13 horas para su pausa de mediodía, se sentó y esperó al camarero boquense mientras lee infobae en el celular un aroma a jazmín invade la mesa.

-Buenas tardes,¿le traigo el menú?.

Juan levanta la mirada y se encuentra con unos ojos verdes y una joven mujer que es la portadora de esa fragancia y se queda estupefacto con el escote debajo de la mirada de la nueva empleada. Responde de modo automático.

Lo de siempre, perdón. (se da cuenta que la joven no lo conoce) Pastel de papas. ¿Te puedo preguntar si Ángel viene mañana?.

Mi tío esta bastante engripado, voy a reemplazarlo yo.

-¿Tu nombre?

Yasmin.

Juanchi recorre el cuerpo de la muchacha mientras se aleja hacia la cocina. No duda y se levanta como resorte al baño. Se encierra en un cubículo diminuto para repasar la figura de Yasmin en su mente. Calcula matemáticamente los minutos que tardará su plato en estar servido en la mesa, y decide interrumpir su fantasía para volver y encontrase con la realidad de cuerpo presente.

En el delgado pasillo que une la cocina con el toilette de Damas, el brillo del espejo y la puerta entreabierta del baño deja vislumbrar a la moza con un lápiz labial en su boca. En el momento que Juanchi quiere dar un paso, la madera bajo sus pies cruje dejándolo en evidencia.

Yasmin lo observa a través del vidrio y le dice:

Si quieres, Tócame.

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